Este blog que lo acoge es una ventana abierta a las preocupaciones de un caminante que hace tiempo dejó de ser joven. Sus recorridos por la educación y la ecología lo han llevado por variados circuitos. Fruto de esas experiencias surgen estas reflexiones. La mayor parte de ellas tuvieron acogida en el periódico “Heraldo de Aragón”, editado en Zaragoza (España). Debo agradecer que se me acogiese en este diario, y se me permitiese abrir una ventana al escenario del pensamiento global. Quien escribe ya sabe que estas ideas enlazadas son propias, imperfectas por tanto, pero quiere compartirlas con los demás, siquiera para devolver una milésima parte de lo que la sociedad le prestó. Todas son hipótesis abiertas, porque “Los lectores son viajeros, circulan sobre tierras ajenas, son nómadas que cazan furtivamente en campos que no han escrito” dijo Michel de Certau. El que escribe estos episodios sabe que cada cosa que hacemos tiene su eco. Esas energías que alguien emite y chocan en algún lugar desde el que vuelven y encuentran receptores varios que las reinterpretan a su modo. Hay ecos educativos y ecológicos. Ambas categorías tienen una parte de realidad con otras de ilusión. Si son capaces de generar una educación participativa llegarán a ser la herramienta perfecta para hacer ecología social. Por otra parte, la ecología activa es una buena manera de educar, en su sentido más amplio.
En educación somos el resultado de muchos pareceres y variadas leyes; en ecología recogemos lo que otros han sembrado, o dejado yermo, que también lo hay. Son sus ecos. Así les sucedió a quienes